A pesar de que la constancia y la voluntad son claves para el proceso de adelgazar, nuestra mente nunca queda conforme hasta que comenzamos a ver los objetivos reflejados en nuestro cuerpo. A veces pensamos impacientemente en cuándo será posible vernos más esbeltos luego de todos los esfuerzos que estamos realizando y que parecieran ser en vano. Es entonces cuando muchas veces, y generalmente de manera desinformada, se suele recurrir a los quemadores de grasa.
Los quemadores de grasa son sustancias que, en definitiva, contribuyen a que exista un mayor gasto energético para que la grasa acumulada se utilice como combustible y, por tanto, el cuerpo la deseche. Su uso más común es a la hora de realizar un entrenamiento aeróbico, ya que potencia la acción metabólica de las grasas al momento de realizar actividades como running, bicicleta, natación, entre otros ejercicios comúnmente llamados “cardiovasculares”. Pero, como todo lo que tiene que ver con mantenerse en forma, no existen milagros y algunas veces puede resultar contraproducente con nuestros objetivos.
¿Qué hay que tener en cuenta al momento de tomar un quemador de grasa? Primero que todo, hay que tener conciencia de las enfermedades que podamos tener. Si tenemos hipertensión o alguna condición cardíaca, lo más probable es que no sea recomendable su ingesta. Así mismo, si no se está en una buena condición física para tomarlos, los quemadores de grasa pueden incluso actuar sobre los riñones y provocar un daño. Por lo tanto, siempre es recomendable hacerse un chequeo médico para iniciar un consumo responsable de ellos.
Es muy importante saber qué componentes reúne a cada quemador que usamos y qué efectos tendrá sobre nuestro cuerpo su consumo. Componentes como taurina y cafeína pueden a menudo provocar una intolerancia que provoque un aumento irregular de las pulsaciones cardíacas. También existen quemadores que podrían reaccionar forma adversa con otros medicamentos para tratamientos antidepresivos y ansiolíticos.
En resumen, hay que informarse adecuadamente y recurrir a un médico que nos diga qué es lo recomendado según cada organismo. Cada genética tiene sus ritmos de quema de grasa y al momento de alterarlo con una sustancia, es lógico que efectos secundarios puedan aparecer. Lo fundamental es siempre mantener una buena alimentación, una hidratación adecuada y un plan de ejercicios rutinario para que los quemadores funcionen de manera correcta y sin contratiempos para nuestro organismo.