El invierno da signos de emprender la retirada y lo primero que pensamos es en cómo se nos vendrá una nueva época estival en la que no sólo experimentamos altas temperaturas, sino también una serie de factores que hacen de la primavera una estación difícil. Entre ellos la llegada de las alergias. Las alergias suelen ser un dolor de cabeza para quienes las experimentan, ya que para poder tenerlas controladas se debe tomar una serie de medidas. La más común es el consumo de antihistamínicos, fármacos que contribuyen a la reducción o eliminación de los efectos alérgicos, gracias a su acción bloqueadora de la histamina, sustancia que se libera durante las alergias.
La rinitis alérgica es quizás la forma más común en la que las alergias se manifiestan, provocando congestión nasal, romadizo, lagrimeo y picazón, entre otros síntomas. Esto ha sido históricamente atribuido al polen y a las esporas que viajan en el aire durante los diferentes procesos de floración primaveral. No obstante, factores como la contaminación, la higiene doméstica e incluso la baja de defensas por factores psicosomáticos se han convertido cada vez más en factores detonantes de alergias perenne. Esto hace que durante el invierno sea muy fácil confundir un resfrío con un cuadro alérgico, ya que los ambientes calefaccionados se ventilan menos, provocando la acumulación de ácaros.
Siempre se recomienda tomar loratadina, desloratadina o cetirizina para controlar las alergias, ya que otros antihistamínicos, como la clorfenamina y la hidroxicina pueden provocar reacciones adversas como somnolencia, sequedad de la boca, estreñimiento y visión borrosa. Así mismo, la inmunoterapia a través de la vacunación permite la mejora de entre un 80% y 90% de los pacientes con alergias, aunque ésta toma entre 6 y 18 meses para hacer efecto completo, provocando reacciones secundarias en la piel como enrojecimiento e inflamaciones. Lo importante es saber detectar a tiempo las alergias para prevenirlas e impedir que disminuyan nuestra calidad de vida.