Casi como un producto milagro, las bebidas energéticas entraron a Chile como una categoría que vino a instalar una promesa de mayor rendimiento y disminución del cansancio a la hora de salir de fiesta. Sin embargo, los alcances que tienen hoy por hoy este tipo de productos es mucho mayor. Desde mayor performance deportiva y académica, hasta el prolongar el estado de vigilia, las bebidas energéticas muchas veces son vistas como una salvación, sin medir las consecuencias de un uso cotidiano de ellas.
De 100 a 200 milígramos de cafeína al día es una dosis moderada recomendada por la OMS para adultos sanos, no obstante, esto no contempla su mezcla con bebidas alcohólicas. Hacerlo puede resultar en alteraciones nerviosas, aceleración del ritmo cardiovascular con resultado de taquicardia, insomnio y hasta falta de coordinación motora. En ningún caso permite hacer desaparecer el estado de embriaguez y conducir bajo su consumo sólo produce una sensación ilusoria de control.
Se recomienda consumirlas libres de alcohol en cantidades moderadas, y evitarlas para reemplazar la hidratación en el deporte. Embarazadas, lactantes, así como personas con condiciones cardiovasculares y neurológicas deben abstenerse de su consumo debido a su vulnerabilidad frente a la cafeína. A pesar de todas las connotaciones negativas que tienen, las bebidas energéticas sí suelen mejorar la performance deportiva entre un 3% y un 7% (en factores como velocidad, potencia y resistencia), pero siempre con secuelas como insomnio, nerviosismo y un fuerte estado de vigilia, lo que dificulta la recuperación muscular luego de una alta exigencia al cuerpo.
Finalmente, el consumo de bebidas energéticas debe hacerse de forma responsable y conociendo nuestro propio comportamiento y resistencia a la cafeína. ¿Cómo reaccionamos frente a esta sustancia?